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Risas, Burdas y Meriendas juntas

Aún recuerdo las tardes bajo la mesa camilla junto a mi madre y Esperanza -una modista que venia 3 veces por semana a casa a ayudar a mi madre con la costura-.

Risas, Burdas y meriendas juntas. Me sentaba entre ellas en esa mesa redonda calentita por el brasero y observaba durante horas como con cada puntada daban forma a los diseños que creábamos.

En ese tiempo no existía Zara ni tantas tiendas con enormes stocks de ropa para vestirte a un precio asequible así que, en casa, mi madre, mi hermana Ana y yo nos hacíamos toda la ropa. 

 

Era muy divertido y vivía el proceso paso a paso; primero elegir el vestido en los Burdas (unas revistas de patrones con diseños de ropa femenina). En casa, había miles. Luego a comprar la tela que mejor se adaptase al diseño, una tarde de compras con mama más batido de chocolate en nuestra cafetería preferida (aunque con el tiempo esto se transformó en unas cervecitas).  Y llegó el momento de coser…lo primero dibujar el patrón en papel de seda y cortar la tela. En ese paso, mamá no nos dejaba estar cerca, (para ser concreta a mi no me dejaba estar cerca, mi hermana siempre ha sido más de leer ;-)) porque quizás es el paso más importante, es la base de la estructura, de la arquitectura del vestido y un mal patrón o un corte no deseado puede echarlo todo al traste.  Mamá es fantástica cortando, meticulosa y cuidadosa cortaba cada pieza a la perfección.  Y voilá, listo para montar y coser pieza a pieza, hilván a hilván, puntada a puntada, pruebas y pruebas hasta que se adaptaba a nuestro cuerpo, delante de ese estrecho espejo que teníamos en esa habitación minúscula de costura.

Y así nació mi afición por el diseño y la costura. Fueron tantas horas mirando esas manos femeninas que años más tarde me llegó de regalo una maquina de coser y ante mi sorpresa ¡sabía usarla! …de manera natural sin esfuerzo, la encendí, la hilvané y comencé a coser mis primeras creaciones, unas bolsas para guardar ropa interior que regalé a mis amigas. Me di cuenta de que cuando nos apasiona algo, lo aprendemos sin esfuerzo. Ahí está la verdadera motivación, la que sale del estomago y del alma.

Luego la vida me ocupó en otros menesteres menos apasionantes para mi pero más tranquilos para mi padre. Abandone mi sueño de ser diseñadora y estudie Económicas porque era una apuesta segura para mi padre que buscaba lo mejor que “el creía” que era para mi.  Yo también me lo creí, así que comencé mis estudios, pero en 2º de carrera no podía más. Así que me armé de valor y aproveché una visita de mi padre a Madrid para con un hilo de voz decirle “Papa, me gustaría dejar Económicas y estudiar diseño de modas” A lo que con un enorme cariño me respondió “¡Anda niña! Tu primero acaba tu carrera y luego estudia lo que quieras, no te preocupes, yo te ayudo”. Y así fue como acabé mis estudios y me puse a trabajar en un banco, en el que he estado más de 20 años dejando ese” luego estudia lo que quieras” para más adelante.

No me arrepiento, todo lo contrario, la decisión fue mía, y esta etapa me ha aportado amigos, retos, aprendizaje y sobre todo la posibilidad de desarrollar habilidades que creía que no tenia y que ahora en el presente me sirven para abordar mis proyectos.   ¡Gracias, papá!

Esta es la historia de una niña que quería ser diseñadora y que ahora, después de ese “primero termina tu carrera de Económicas, y luego estudia lo que quieras”, pasados 30 años crea Nenass junto a su madre Ana, que sigue delante de una mesa llena de hilos, tijeras y telas, para diseñar moda femenina y elegante para hacernos sentir guapas y cómodas.